martes, 2 de diciembre de 2008

Reflexiones

Dicen que no se pueden gobernar los sentimientos. Que aquello que dicta el corazón es lo único que vale la pena. Intento ser racional, pensar cada uno de mis movimientos, analizar todo lo que siento pero aun así hay algo que siempre escapa de mi control. Se va filtrando poco a poco en mis pensamientos, primero no es más que una idea que deshecho sin esfuerzo, luego ya es algo en lo que pienso durante largo tiempo hasta que finalmente acaba apoderándose de mis sueños. Son curiosos los sueños. Dicen que no son más que el reflejo del subconsciente. Un momento de libertad a cambio de una vida de esclavitud haciendo lo correcto. También hay quien dice que cuando soñamos no hacemos más que contemplar nuestras múltiples vidas paralelas. Vidas de las que sólo podemos ser conscientes mientras estemos inconscientes.
Personalmente prefiero pensar que es una mezcla de las dos ideas, que cuando soñamos somos libres precisamente por tener la posibilidad de conocer todo aquello que nos es desconocido, esas vidas que supuestamente estamos viviendo pero de las que no podemos tener noticias más que en sueños. Creo que por eso a veces soñamos despiertos, porque la vida es algo intenso, vivir día a día, momento a momento, y el periodo de sueño no basta para experimentar todo lo que se puede llegar a sentir en los múltiples momentos que forman un solo día de nuestra limitada existencia. Quizás por eso soñamos despiertos, porque en ese momento estamos sintiendo algo realmente importante en alguna de nuestras vidas paralelas, algo que no podemos dejar de compartir con nosotros mismos. Como decía, son curiosos los sueños. Unos apacibles, otros excitantes, algunos aterradores y muchos otros que olvidamos justo antes de despertar.
Pero volvamos al tema que nos ocupa. No soy capaz de racionalizar todo lo que hago, digo o siento. Debería poder hacerlo, todos deberíamos poder hacerlo, por algo pertenecemos a la especie humana. El raciocinio es, de hecho, aquello que nos caracteriza como tales. Pues bien, yo no soy capaz de hacerlo. No puedo negar la evidencia, puedo intentar esconderla, disfrazarla de mentiras, pero estoy muy cansada de mentirme a mi misma, no lleva a ningún lugar. Y más cuando sabes desde el primer momento que aquello de lo que te intentas convencer no es más que una absurda mentira.
Mentiras, otra cosa curiosa. Mentimos constantemente, y como en el caso de los sueños hay diversos tipos de mentiras. Están aquellas que se dicen para no herir a alguien, que tienen buena intención (las llamadas mentiras piadosas), en su lado opuesto están aquellas que planeamos con avidez para dañar a alguien y a camino entre unas y otras están aquellas que nos contamos a nosotros mismos para intentar convencernos de algo que nos haga sentir mejor. Las dos últimas no tienen un nombre concreto, se las considera mentiras simple y llanamente. Lo curioso estriba en que hay veces en las que nos acabamos creyendo nuestras propias mentiras e incluso podemos sentirnos algo mejor gracias a ello. Aunque al fin y al cabo no son más que engaños y falsedades. Quizás de ellas estén compuestos los sueños, de todas esas mentiras que vamos diciendo a lo largo de los días, y quién sabe, quizás incluso esas mentiras puedan alcanzar nuestras vidas paralelas interfiriendo de algún modo en su transcurso.
Así pues, somos capaces de soñar y mentir sin esfuerzo aparente, pero no podemos racionalizar del mismo modo, al menos yo no puedo. Quizás la solución sea rendirse a los sueños y dejar que alguna de mis vidas paralelas tome el control durante un tiempo.



P.D: gracias a cierta persona por descubrirme la existencia de las posibles vidas paralelas en una de esas fascinantes conversaciones sentadas en algún café.