viernes, 19 de marzo de 2010

Vacío

El despertador hace un rato que dejó de sonar. No me he molestado en apagarlo, sólo he dejado que sonara una y otra vez hasta que se ha cansado o se le han acabado las pilas, no lo sé. Por la ventana se cuelan haces de luz entre la persiana a medio bajar dibujando extrañas sombras en la pared. Alguien ha aporreado la puerta unas cuantas veces, imagino que por culpa del despertador, pero nadie ha contestado y al final ha dejado de insistir. Tumbada boca arriba, con la almohada en los pies, sigo sin poder dormir. Siento los músculos agarrotados después de tantas horas sin cambiar de posición. Ni siquiera me molesté en ponerme el pijama. Por suerte dejé el móvil en silencio descansando en algún bolsillo de alguna chaqueta. Quizás hayas dejado algún mensaje en el contestador, aunque nunca te gustó hablar con él. Cierro los ojos e intento pensar en algo. Normalmente es al contrario, me cuesta dejar la mente en blanco. Pero hoy no hay nada. Sólo vacío. Quizás es que por fin me he cansado de pensar siempre en lo mismo, de dar vueltas una y otra vez a aquello que no tiene solución. Cansancio. Los párpados me pesan y me piden a gritos unas horas de sueño. Las lágrimas se secaron hace tiempo dejando regueros salados en mis mejillas seguro sonrojadas. El ruido de la calle llega distorsionado tras las horas de silencio nocturno. Los coches pasan a cierta velocidad bajo la ventana. Los comercios empiezan a recibir a sus primeros clientes, incluso se puede escuchar el ruido de la taladradora que está arreglando algún desperfecto calle arriba. Y aún así no es más que un ruido de fondo, como si todo estuviera pasado a kilómetros de distancia. Necesito dormir. Intentar descansar. Mañana ya me preocuparé de aquello que he desatendido hoy.