domingo, 9 de enero de 2011

Cenicienta

Ayer conocí a una chica que iba descalza. Bajaba corriendo una escalinata para no perder el autobús de medianoche cuando perdió un zapato. Una vez sentada casi sin resuello por el esfuerzo se miró los pies. En uno lucía un precioso zapato de punta redonda y fino tacón de aguja recubierto de finos brillantes, en el otro una media sucia y agujereada. Movió los dedos del pie descalzo con suavidad. Una y otra vez. Arriba y abajo. No pudo más que reírse. Y esa risa alegre e inocente hizo que todos los que iban en el autobús se giraran a contemplarla. 

Era Cenicienta, aunque pocos fueron los que la reconocieron. Llevaba un sofisticado recogido en vez de su habitual melena enmarañada, un vestido elegante y atrevido en vez del delantal y un zapato. Hoy no iba a cocinar para ningún príncipe de trapo. No iba a limpiar ni a hacerle la cama. Tampoco volvía a casa. No tenía intención de hacerlo hasta que cerrara el último bar.

El autobús de medianoche llegó a su destino y Cenicienta se apeó de su carruaje con el zapato en la mano y la mejor de sus sonrisas. Sus amigas y amigos la esperaban no muy lejos de la parada para pasar una velada de ensueño. Velada que pasó descalza y cómoda y que le valió una divertida anécdota más, pues nadie se quedaba indiferente al verla bailar descalza. 

Y es que esa es Cenicienta, la chica que dejó que las perdices se las comiera un príncipe de trapo.

sábado, 8 de enero de 2011

Adicción

Hace frío. Un frío húmedo al que ya no está acostumbrada. Aun así se descalza y siente la arena entre los pies. Esa sensación no se le ha olvidado. Es la misma que años atrás.

Hoy el mar está embravecido, como si quisiera contestar al clamor del cielo con el estruendo de sus olas. Se acerca una tempestad que acompaña su estado de ánimo. Pero no quiere pensar en eso, por eso ha venido hasta aquí, para relajarse y olvidarse de todo. El mar siempre tuvo ese efecto sobre ella. Embravecida o en calma la inmensidad de agua salada la tranquilizaba.
Se suelta el pelo y deja que la brisa salada lo enrede mientras intenta dejar la mente en blanco. Sólo ella y el mar. El olor a libertad y la posibilidad de escapar a cualquier lugar.

Una vez lo logró. Se adentró en el mar y huyó lo más lejos que pudo. Pero no debió encontrar lo que buscaba ya que aquí está otra vez, sintiéndose tan pequeña como un grano de arena ante la magnitud azul. Cierra los ojos e inspira profundamente. El olor a sal y a arena mojada es inconfundible, eso tampoco ha cambiado. Tanto en invierno como en verano. Sólo que prefiere la playa en invierno. Eso siempre le ha proporcionado la tranquilidad y soledad que buscaba. Aunque pocos son los turistas que llegan hasta esta cala. En cuanto a los autóctonos por lo general intentan evitar el frío. Esa suma de circunstancias aleatorias hacen de ese pequeño rincón el lugar perfecto para ella.

Ella. Ella que siempre busca refugiarse donde nadie pueda encontrarla. A quien la soledad nunca le ha molestado. La que para desahogarse busca perderse en la inmensidad del mar para dejar que las olas se lleven todo aquello que no se atreve a decir junto a todo aquello que muchas veces no se permite sentir o pensar. Ella. Sólo ella y el mar. Eso es lo que más le gusta de aquel lugar. Un lugar que ha estado evitado los útimos años pero al que vuelve una y otra vez.

La tormenta se está acercando. Dentro de poco epezará a llover y el mar rugirá en una respuesta muda para quien no la sepa escuchar. Sentir la lluvia sobre su rostro y sus pies descalzos resulta tentador. La eterna contraposición entre dulce y salado. Por suerte para ella el mar siempre acaba ganando la batalla. La lluvia no impedirá que el olor a sal se impregne en su pelo, en su ropa, en su piel. Pero el camino de vuelta es largo y no le apetece hacerlo empapada. Tendrá que dejar ese dulce momento para otra ocasión.

Sus zapatillas descansan sobre la arena junto a ella. No sabe qué hora es. Aquí siempre pierde la noción del tiempo. Pero el frío ha hecho que empiece a tiritar. Quizás sea hora de irse. Recoge las zapatillas y emprende el camino de vuelta. Antes de volver a calzarse sonríe. Lo ha consegido. Su tempestad se ha quedado atrás dejando espacio a la calma. Un relámpago ilumina momentáneamente el cielo como recordatorio de lo fugaz que puede resultar. Suspira. Al menos esta vez está en casa y puede volver tantas veces como desee.

Quizás mañana el mar esté en calma.

martes, 7 de diciembre de 2010

Hoy ya son 66

Quiero pensar y luchar para que muy pronto sean 0.
Porque es posible y está en nuestras manos. 

lunes, 29 de noviembre de 2010

Calzoncillos, un balón y dos porterías.

29 de Noviembre. Hoy una nación se ha paralizado. Una mitad vestida de blanco, otra vestida de blaugrana. Todos frente a un televisor, en casa o en el bar, pero siempre mejor acompañados. Muchos desempolvarán una pequeña radio, aquel aparato que ahora sólo se saca para eventos especiales como el de hoy. Pipas y demás frutos secos acompañarán la jornada junto con botellines y litronas de cerveza. Todos, vestidos de uno u otro color, centrados durante 90 minutos en una pelota sin perder un solo momento la atención.

Hoy, 29 de Noviembre, hace exactamente dos meses que la misma nación se "movilizó" en una huelga general por sus derechos laborales y sociales. Una huelga de la que ya nadie se acuerda. Como no se acuerda de las miserias y catástrofes del mundo que sólo consiguen escandalizarla por unos segundos insignificantes.

Será cuestión de ponerse unos calzoncillos y correr tras un balón... quizás sea la única manera de llamar la atención sobre aquello que debería impactar al mundo y hacerlo reaccionar.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

En cierto banco...

Coches de todos los colores, marcas y modelos pasan a gran velocidad sin dejar tras de sí más que una capa de polución. En la acera gente de todas las edades y estaturas corren arriba y abajo llegando tarde a algún lugar. Y en aquel banco, descolorido por el paso del tiempo, sigue sentada una mujer. Nunca nadie repara en ella si no es para increparle que está en medio. Nunca nadie la ve llegar ni nunca nadie la ve marchar. Pero ella sigue allí. Día tras día. Tarde tras tarde. En su cara, ya arrugada, se dibuja una sonrisa cansada y sus ojos, aquellos ojos oscuros para quien quiera fijarse, desprenden tranquilidad. La paz y tranquilidad de quien ha vivido penas y alegrías. La luz de quien ha sobrevivido al paso de toda una vida.

Si alguien se acercara a ella y se sentara en aquel banco gozaría de su compañía y se empaparía de su sabiduría. Puede que nunca haya ido al colegio, que no sepa de matemáticas, de finanzas o de tecnología. Puede que no tenga una carrera universitaria pero es licenciada en la vida. Ha sido sastre, costurera, economista, psicóloga, jardinera, cocinera, limpiadora, profesora, educadora, camarera, enfermera, niñera... no en vano ha sido esposa,  madre y mujer en una sociedad patriarcal. Ha vivido muchos cambios y ha luchado por muchos de ellos. Ha visto cómo la sociedad cambiaba, a veces a mejor, a veces a peor. Ha visto cómo pequeñas ciudades de provincia se convertían en grandes e importantes núcleos urbanos, cómo las mujeres accedían a la educación y a la vida laboral con una progresiva idea y ejemplo de igualdad. Ha visto desaparecer los pequeños comercios sustituidos ahora por grandes superficies comerciales, igual que ha visto cómo han ido sustituyendo puestos de trabajo por máquinas inanimadas. Todo ello en pos del progreso y la modernidad. Pero ahora que por fin goza de tiempo para sentarse y observar todos esos cambios se da cuenta que persiguiendo el progreso la sociedad se ha olvidado de vivir.

Todo el mundo vive pendiente del reloj. Desde que suena el despertador por la mañana hasta que lo programamos para la mañana siguiente vamos corriendo a todos lados para no llegar tarde. Por eso ahora se sienta en ese banco sin esperar nada en especial. Porque para ella no hay nada mejor que poder disfrutar del tiempo, que al fin y al cabo es de lo que se compone la vida, compartiendo con quien quiera "perder" algo de su preciado tiempo el placer de respirar y contemplar la sociedad que hemos construido para poder soñar y luchar por un futuro mejor.

domingo, 24 de octubre de 2010

(...)

...Cuatrocientos sesenta y tres. Cuatrocientos sesenta y cuatro. Cuatrocientos sesenta y cinco. Cuatrocientos sesenta y seis. Cuatrocientos sesenta y siete. Cuatrocientos sesenta y ocho. [Llamas a la puerta]. Cuatrocientos sesenta y nueve. Cuatrocientos setenta. Cuatrocientos setenta y uno. Cuatrocientos setenta y dos. [Abres la puerta]. Cuatrocientos setenta y tres. Cuatrocientos setenta y cuatro. Cuatrocientos setenta y cinco. [Te tumbas a mi lado]. Cuatrocientos setenta y seis. Cuatrocientos setenta y siete. Cuatrocientos setenta y ocho. Cuatrocientos setenta y nueve. Cuatrocientos ochenta. Cuatrocientos ochenta y uno. Cuatrocientos ochenta y dos. Cuatrocientos ochenta y tres. Cuatrocientos ochenta y cuatro. Cuatrocientos ochenta y cinco. Cuatrocientos ochenta y seis. Cuatrocientos ochenta y siete. Cuatrocientos ochenta y ocho. Cuatrocientos ochenta y nueve. Cuatrocientos noventa. Cuatrocientos noventa y uno. Cuatrocientos noventa y dos...

-El plan era que te distrajeras. Intentar despejarte.
-Estaba a punto de llegar a quinientos. 
-Lo siento, no pretendía interrumpirte. 

Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. [Me coges la mano]. Siete. Ocho. Nueve. Diez. Once. Doce. Trece. Catorce. Quince. Dieciséis. Diecisiete. Dieciocho. Diecinueve. Veinte. Veintiuno. Veintidós. Veintitrés. Veinticuatro. Veinticinco. Veintiséis. Veintisiete. Veintiocho. Veintinueve. Treinta. Treinta y uno. Treinta y dos. Treinta y tres. Treinta y cuatro. Treinta y cinco. Treinta y seis...


domingo, 17 de octubre de 2010