domingo, 11 de enero de 2009

Pinceladas de color

Una y otra vez acudes a buscarme. En cuanto bajo un poco la guardia te cuelas en mi mente y la llenas de pinceladas de color. Un poco de azul por aquí, algo de rojo por allá, un poco más de amarillo por ese lado... los recuerdos adquieren consistencia y cuando quiero darme cuenta llevo un buen rato en las nubes cuando debería haber estado estudiando. Sacudo los recuerdos y vuelvo a mi lienzo en blanco, centrada en lo que debo estar. Pero antes de que pueda darme cuenta vuelves otra vez a la carga. No todos los recuerdos son bonitos, de pronto cae alguna pincelada negra que intentas enmascarar rodeándola de vivos colores que llamen mi atención, pero la sombra de esa pincelada estropea todo el cuadro. Quizá no sea más que una salpicadura en medio de un océano de colores pero cuanto más la contemplo más grande se hace, engullendo todo lo que encuentra a su alrededor hasta encontrarme frente a un gran agujero negro lleno de lagunas. Es entonces cuando me estremezco y vuelvo, no sin esfuerzo, a centrarme en el lienzo en blanco. Alzo mis defensas y consigo concentrarme en la tarea que tengo por delante. Las incansables manecillas del reloj me recuerdan lo tarde que es y todo lo que aun me queda por hacer. Como respuesta los párpados empiezan a pesar más de la cuenta y mi mano se dirige a la taza de café mientras mi estómago ruge como protesta a la ingesta de más cafeína. Apareces de nuevo, como si estuvieras presente en cada uno de mis recuerdos o como si todo aquello que me rodea me trajera algún recuerdo del que invariablemente formas parte. Esta vez tienes cuidado de no dejar caer ninguna gota negra ni de mezclar incorrectamente los colores. Todo tiene un orden dentro del desorden del laberinto cavernoso que es mi cabeza. Me tiendes la mano y esta vez soy yo la que empieza a dar unas pinceladas aquí y allí retocando tal o cuál recuerdo hasta que un punto de luz eclipsa cualquier color y despierto para comprobar que ya es de día y que mi taza está vacía. Mientras preparo más café me sonrío a mi misma a sabiendas que ahora me resultará más fácil mantener el lienzo en blanco.

viernes, 9 de enero de 2009

Creer

Está cerca. El día en que descubrimos que nos hemos hecho mayores nos acecha desde la esquina más próxima y aunque intentamos escapar sabemos que pronto nos alcanzará. Unas calles atrás en el recorrido de la vida nos separamos intentando alcanzar nuestros propios sueños, creyendo aun que era posible volar hasta ellos.
Ahora descubro que para volar se necesitan alas y que para soñar se necesita ilusión. Se aproxima el día en el que dejaré de creer en Peter Pan, aquel en el que las manecillas del reloj empezarán a girar al revés, sumando días en vez de dejarlos atrás. Un día como otro cualquiera para el mundo que me rodea, quizás cansado ya de vivir continuos cambios de humor. Me imagino como una gota en blanco y negro sobre un fondo lleno de color, intentando volver a creer en aquello que mi mente rechaza como algo propio de niños.
Si sé que va a llegar ese día ¿no sería más sencillo dejar de correr y dejar que simplemente me alcanzara la desolación de un mundo sin color?
Aquellos días en los que aventurábamos las maravillas que haríamos al ser mayores quedaron atrás hace tanto tiempo que me pregunto si no será que ya soy mayor y sólo me empeño en seguir negándolo porque no he cumplido con nada de lo soñado esos días. No he sido una doncella en apuros, ni una intrépida aventurera, no he viajado al confín del mundo y tampoco he surcado el espacio dentro de una nave espacial...
Aun así no me veo capaz de dejarlo todo atrás, sigo creyendo en Peter Pan y soñando con ser un niño perdido en la isla de Nunca Jamás, sigo viendo una nave espacial en una caja de cartón, sigo queriendo tocar la luna, bucear al lado de tiburones y ballenas y recorrer el mundo a lomos de un dragón. Quizás sea cuestión de creer que lo que se esconde a la vuelta de la esquina es la ilusión.