Me despojaste de todas mis armas, poco a poco, casi con delicadeza y ahora me encuentro con tu espada al frente y un acantilado cubriéndome la retaguardia. No tengo miedo de saltar al vacío. Tampoco te tengo miedo a ti ni a tu espada. Lo que me aterra es sentirme acorralada. Si salto saltarás conmigo y si me quedo será la espada la que caiga al vacío. De uno u otro modo la lucha a terminado y mis argumentos han sido derrotados.
Debes entender que llegados a este punto saltar al vacío sería lo más fácil... pero coger el camino fácil es lo que me ha llevado hasta aquí y por una vez he aprendido la lección. Me quedo, asumiendo todo lo que esta decisión conlleva. Dejaré de luchar y encajaré los golpes que vendrán lo mejor que pueda. Dejaré de huir y miraré atrás por primera vez en mucho tiempo. Olvidaré todo aquello que me empujó a seguir este camino y empezaré a trazar uno nuevo.
Ha llegado el momento de asumir los hechos, aunque saltar al vacío es algo que podré hacer en cualquier momento...