viernes, 23 de mayo de 2008

Final Feliz

Ayer encontré el cuento aquel donde todo acababa bien. El mismo en el que me convertiste en una princesa a la que rescatabas y con la que vivías mil aventuras. Como valerosos guerreros salvábamos a desdichados poblados de temibles dragones mientras recorríamos el mundo a lomos de briosos corceles blancos. Navegábamos a bordo de imponentes carabelas como capitanes piratas y atracábamos cada noche en nuestra isla secreta, la misma donde escondíamos nuestros tesoros. Como hechiceros creábamos pócimas que nos permitían hacer cualquier cosa. Fuimos gnomos, reyes y humildes campesinos. Fuimos guerreros, piratas, brujos e incluso jinetes de dragón. Podíamos ser cualquier cosa mientras estuviéramos juntos porque siempre había un final feliz. Buenos o malos; ricos o pobres; grandes o pequeños... todo era posible y mágico.

Lástima que el tiempo juegue en nuestra contra y haga que poco a poco dejemos de creer en la magia. A medida que fuimos creciendo las aventuras fueron menguando, de cada vez pasaba más tiempo entre una y otra... hasta que dejamos de imaginarlas. Ya no había peligrosos caminos que recorrer, ni misteriosas pócimas que preparar... Sustituimos los dragones y las doncellas en apuros por preocupaciones y deberes. Dejamos de creer en mundos mágicos con final feliz para centrarnos en un mañana incierto lleno de obligaciones. Y solo una vez que estamos en ese mañana nos damos cuenta que nunca debimos dejar de creer. No podemos evitar crecer y hacernos cargo de ciertas obligaciones, pero eso no tiene por qué conllevar dejar de correr aventuras a lomos de dragones y hadas.

Ojalá nunca dejáramos de creer que un final feliz siempre es posible.

No hay comentarios: